Reflexiones
sobre la urbanización y la cultura villera
El texto lleva las firmas de los
sacerdotes Rodolfo Ricciardelli, Enrique Evangelista y Adolfo Benassi (Villa
1-11-14); José María Di Paola, Carlos Olivero y Nibaldo Leal (Villa 21-24);
Sebastián Sury y Walter Medina (Villa 31); Gustavo Carrara y Martín De Chiara
(Villa 3 y Barrio Ramón Carrillo); Sergio Serrese (Villa 19), y Jorge Tomé y
Franco Punturo (Villa 20).
“Vivir en la villa hace que los sacerdotes
del equipo para villas de emergencia tengamos una mirada particular de esta
realidad, que difiere la mayoría de las veces de la observación que pueda tener
alguien que viene de afuera de la villa, ya sea un profesional o alguien
vinculado a la actividad política.
“Vivir en la villa nos hace comprender,
entender y valorar la vida en ella de manera distinta a lo que se escucha
habitualmente en el periodismo amarillo, que parece sugerir que las villas son
las causantes de la mayoría de los problemas de nuestra querida Buenos Aires.
“En estas reflexiones queremos acercar una
mirada positiva de la cultura que se da en la villa, ya que para nosotros es
una gracia de Dios vivir en ella.
“No ignoramos los delicados problemas que
los vecinos vivimos en la villa: la violencia familiar, los abusos, el consumo
de drogas, sólo para nombrar algunos, aunque estos y otros están también
presentes en el resto de la ciudad de forma menos expuesta, o más maquillada.
Como sacerdotes intentamos humildemente mirar de frente los problemas, verlos
con el corazón y comprometernos con las manos en su resolución.
“Sin embargo, para nosotros la villa no es
un lugar solo para ayudar, es más bien el ámbito que nos enseña una vida más
humana, y por consiguiente más cristiana. Valoramos la cultura que se da en la
villa, que surge de los encuentros de los valores más nobles y propios del
interior del país o de los países vecinos, con la realidad urbana.
“La cultura villera no es otra cosa que la
rica cultura popular de nuestros pueblos latinoamericanos. Es el cristianismo
popular que nace de la primera evangelización; el pueblo siempre lo vivió como
propio, con autonomía y siempre desde su vida de cada día. Es un cristianismo
no eclesiástico, ni tampoco secularista, sino con auténticos valores
evangélicos.
“Cuando el pueblo que vive en la villa
celebra, celebra la vida, la vida natural, pero como es cristiano por su fe
sabe que esa vida culmina, se plenifica en la Vida de Dios. Cuando por ejemplo
celebra a la Virgen (Luján, Caacupé, Copacabana, etc.) en esas fiestas pone en
juego valores como la fraternidad, la solidaridad y la paz, ya que es la Madre
de todos, la que nos convoca y en este tipo de fiestas fortalece el tejido
social. El pueblo que celebra en la villa celebra la vida, porque se organiza
en torno a ella, anhela y lucha por una vida más digna. Y, en este sentido, la
cultura villera tiene un modo propio de concebir y utilizar el espacio público.
Así la calle es la extensión natural del propio hogar, no simplemente lugar de
tránsito, sino lugar donde generar vínculos con los vecinos, donde encontrar la
posibilidad de expresarse, el lugar de la celebración popular.
“La cultura de la villa tiene
características muy positivas, que son un aporte para el tiempo que nos toca
vivir, se expresa en valores como la solidaridad; dar la vida por otro;
preferir el nacimiento a la muerte; dar un entierro cristiano a sus muertos;
cuidar del enfermo. Ofrecer un lugar para el enfermo en la propia casa;
compartir el pan con el hambriento: "donde comen 10 comen 12"; la
paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc. Valores que se
sustentan en que la medida de cada ser humano es Dios y no el dinero.
“La cultura villera señala valores
evangélicos muy olvidados por la sociedad liberal de la ciudad. Sociedad
liberal que se organiza y se hace fiesta en torno al poder y a la riqueza, y
que es expresión de ideologías de derecha a izquierda.
“Por eso, ante el planteo de urbanización
de las villas –planteo que preferimos al de erradicación la cual nos recuerda
las topadoras- nos preguntamos qué significa.
“Porque, ¡Atentos! Si urbanización
significa que la cultura porteña invada con su vanidad la cultura villera
pensando que progreso es darle a los "villeros" todo lo que necesiten
para ser una "sociedad civilizada", no estamos de acuerdo.
¿Por qué pensar que el cambio de
apariencias –cambio de una casa de ladrillo y chapa hecha por el esfuerzo del
villero por otra casa del Instituto de la Vivienda de varios pisos- es ya un
progreso?; en ese caso, ¿urbanización no será más bien otra cosa que aprolijar
la villa para que el resto de la ciudad no chille y dejarla conforme?; ¿Cuándo
se piensa solamente en hacer casas que estén pintadas?, ¿acaso no hay sobrados
ejemplos de barrios que cambiaron su fisonomía, y su realidad es peor que la
vida hace tiempo?
“Pensamos que la palabra urbanizar es
unilateral, se da desde el poder –no necesariamente con mala intención- y
muestra una desvalorización de la cultura de la villa. Creemos que la ciudad
piensa que debe eliminar la villa y que desconoce su cultura popular
multifacética. El planteo de urbanización debe ser respetuoso de una auténtica
cultura como es la villera y no querer barnizarla, o lo que es más grave aún
borrarla de un plumazo.
“No creemos en esta urbanización, más bien
creemos en un encuentro de culturas que conviven, aprenden, comparten. ¿Acaso
no sería bueno que el resto de los barrios porteños conozcan y valoren las
vivencias y creencias de los villeros? Si la ciudad no quiere colonizar la
villa deberá tener un corazón humilde capaz de escuchar la palabra de inmensas
barriadas que tienen mucho que decir.
“La excesiva mediatización del gobierno y
organismos a través de los punteros barriales ha sido a lo largo de los años
uno de los factores del gran desconocimiento de la villa y de su cultura.
“A algunos que quizá comenzaron como
representantes de su barrio los han convertido en representantes remunerados de
otros intereses, la referencia de lo que es la villa quedó en manos de este
puñado de serviles al sistema. Por eso, son pocos los que desde los estamentos
del gobierno u organizaciones conocen y valoran la cultura villera.
“¿Qué elementos entonces debería completar
este encuentro de culturas donde urbanizar no sea colonizar, sino más bien una
integración de culturas que dialogan y aprenden entre sí dando lo más positivo
que tienen?
“¿Acaso urbanizar no sería más bien crear situaciones positivas donde se
den las mismas posibilidades a los que viven en la villa que a los que viven en
Belgrano o cualquier otro lugar de la ciudad? ¿No será urbanizar garantizar el
acceso escolar para todos los niños y jóvenes de la villa, o que cuando se
inauguren las salitas de salud cuenten con el mínimo indispensable como son las
cloacas?
“¿No será urbanizar el día que los
médicos, sacerdotes, abogados, profesores o capataces surjan de las villas para
que imbuidos de la solidaridad de la cultura villera pongan su vida al servicio
de su barrio, de la ciudad, del país? Más que urbanizar nos gusta hablar de
integración urbana, esto es, respetar la idiosincrasia de los pueblos, sus
costumbres, su modo de construir, su ingenio para aprovechar tiempo y espacio,
respetar su lugar, que tiene su propia historia.
“Sin duda debe de haber un camino de
mejoramiento de la calidad de vida en las villas –fue y es una preocupación de
este equipo- pero es fundamental en este camino poner el oído en el corazón del
villero para que las posibles soluciones no provengan de oficinas donde
trabajan técnicos que ignoran la realidad, y que en lugar de mejorarla la
empeoran. Sirvan de ejemplo esos planes que se bajan indiscriminadamente, y que
en vez de incentivar el estudio facilitan que el chico deje la escuela para
cobrarlos, o que la motivación para hacer una actividad deportiva vaya detrás
de un plan. En este tipo de asistencialismo –o habría que decir clientelismo-
perpetúa la dependencia mental y atrofia la capacidad de los asistidos para
convertirse en ciudadanos responsables de su futuro.
“Por lo tanto entendemos que lo positivo
de la urbanización es una preocupación del resto de la ciudad para con la
villa, tratando de darle una mejor calidad de vida, pero a nuestro entender,
así sin más sería no valorar y tener presente lo que la villa puede aportar al
resto de la ciudad. Para nosotros la integración urbana sería el camino que
debería recorrerse en la Ciudad de Buenos Aires”.